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La amnistía de la lavandera

Como bobos, asistimos nuevamente a una bochornosa función de filibusterismo parlamentario.

La llamada ley de amnistía ―proposición de ley presentada por el partido sanchista―, al tratarse de una ley orgánica por razón de materia,   tuvo que ser votada por el pleno del congreso de los diputados, necesitando para aprobarse una mayoría absoluta de votos favorables (176). Sin embargo, el resultado de la votación, el pasado martes, fue de 179 votos en contra, y solo 171 a favor. Tal desenlace dejó tres conclusiones meridianas. Una, que tal proyecto era rechazado ¡por mayoría absoluta de la cámara! Dos, que el proyecto decaía y, por tanto, no podía ser enviado al Senado para proseguir su tramitación parlamentaria. Y tres, que era una gran derrota del Gobierno.

Pero tales hipótesis no contaban con la permanente labor de zapa y contorsionismo político del sanchismo, consistente en colocar a perros/as fieles en puestos clave para facilitar al autócrata Sánchez el dominio de todos los poderes del Estado. Fiel a tal finalidad, Francina Armengol, en su triple dimensión de presidenta de la cámara, delegada del Gobierno en las Cortes y lavandera de cambalaches (que diría Galdós), en vez de dar por finiquitado el proyecto repudiado ―repito, por mayoría absoluta―, decidió devolverlo a la comisión de Justicia, la misma en la que los letrados, en su momento y para más inri, emitieron un demoledor informe desfavorable al proyecto.

Como bobos, asistimos nuevamente a una bochornosa función de filibusterismo parlamentario. Ahora, la comisión de justicia, como si se tratase de una parábola bíblica, habrá de convertir  lo desestimado en  admisible. Se trataría, en suma, de retocar el texto para complacer las nuevas aspiraciones, ocurrencias y anhelos de los separatistas catalanes: al fin y al cabo ―para mayor recochineo―, son éstos los que han de ser blanqueados. Que no nos engañen. A cambio de sus votos en el Congreso, Puigdemont exige lo que llama una ley integral. Una ley que no solo le amnistía a él y sus cómplices de los delitos cometidos (presuntamente terrorismo y alta traición, entre otros), sino que también les absuelva, por adelantado, de los que piensan cometer tras la aprobación de tal ley. El paulatino derribo del estado de derecho progresa adecuadamente.