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La dañada galera sanchista y el juego democrático decente

Por ello, en el adelanto de las generales se infiere que solo ha primado su interés personal.

El debate post 28-M se desorienta rastreando las razones por las que Sánchez adelantó súbitamente las elecciones generales, previstas para final de año. Una polémica poco útil, que no hace sino distraer la atención del cuerpo electoral sobre lo que realmente importa: cómo encarar los comicios convocados para el 23 de julio (23-J). De Sánchez, siempre hay que esperar un comportamiento reactivo convulso, sustentado sobre dos postulados. El primero es no tener ni líneas rojas ni principio ideológico alguno, más allá de mantenerse en la Moncloa al precio y a costa de lo que sea. El segundo consiste en ser inasequible a la verdad. Por ello, en el adelanto de las generales se infiere que solo ha primado su interés personal. De ahí, por ejemplo, la auto filiación  del orondo Ortuzar (presidente del PNV) calificándose como kleenex de Sánchez ”que se usa y se tira”. La anticipación de las elecciones fue, meramente y en suma, la abrupta, narcisista y, tal vez, psicopática reacción del personaje, frente a una previamente descartada debacle electoral.

Tras el adelantamiento electoral había que inventar un relato que disfrazase el fétido juicio del personaje. Tal fue, por ejemplo, la reunión, el pasado miércoles, en el Congreso, con lo que fuera su grupo parlamentario (diputados y senadores). Se le acogió con una estentórea ovación ―algunos aplaudieron hasta con las orejas―, que, ni el mismísimo Ceaucescu, pudiera haber soñado recibir en su Asamblea Nacional. Fue una fulminante reacción táctica de la jerarquía sanchista para guillotinar cualquier manifestación pública de disidencia interna. Aunque ésta hubiera sido lógica por la derrota (en unas elecciones percibidas como plebiscitarias), combinada con la ilusoria expectativa de una inminente recuperación y la conocida y amenazante regla de que “quien se mueve no sale en la foto”.

El partido sanchista parece hoy como una vieja galera romana en la que los galeotes bogaban encadenados a los remos y, si se hundía la embarcación, los remeros se iban con ella al fondo del mar. En los banquillos, obviamente, todos se esforzaban para que la nave saliera victoriosa en cualquier confrontación. Los votantes, en primera instancia, ya han hablado y la tendencia electoral ha sido  perfilada: la dañada galera sanchista corre el riesgo de hundirse en la batalla del 23-J. Eso augura una campaña a muerte tan sucia como no se haya visto antes en España, ni tan siquiera en tiempos de la II República. Pero que nadie se engañe: en su caso, la única posibilidad de Sánchez para formar nuevo Gobierno sería repitiendo la asociación con la misma canalla ―pero más entrenada―, de comunistas, populistas, filoetarras, separatistas y demás horda de ganapanes de la legislatura finiquitada.

El 23-J, para el cuerpo electoral, será la oportunidad de dar carpetazo definitivo al sanchismo y de atajar, entre otros males para España, la expansión del separatismo. Asimismo, sería una coyuntura que, probablemente, permitiría refundar, como contrapeso a opciones más conservadoras, el partido socialdemócrata de talante europeo, que necesita España. En suma, se favorecería restablecer un juego democrático decente. Algo imposible mientras Sánchez duerma en la Moncloa.