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Lo de homo sapiens era un oxímoron

¡Nos merecemos el meteorito!

No tenemos remedio. O llegan cuanto antes los marcianos o que nos caiga el meteorito porque sería la única manera de que los humanos no acabemos  fagocitándonos unos a otros. Lo del genocidio de Israel al pueblo palestino es de traca, pero que la comunidad internacional no sea capaz de frenarlo es para que nos lo hagamos mirar todos y cada uno de nosotros. Y no nos basta con la indiferencia ante el exterminio de un pueblo sino que los occidentales, los buenos de la película, estamos celebrando nuestras fiestas religiosas, unos, las Saturnales, otros, y la llegada del nuevo año gregoriano como el que oye llover, con mucha alegría y derroche comercial mientras que a los niños gazatíes les sedan para que no sufran ante la inexorable llegada de su fallecimiento porque en sus hospitales no hay medios materiales, ni humanos para curarles las heridas causadas por el ejército de un estado imperialista.

A la escoria humana del nazismo le apoyó el pueblo alemán, eligiéndolos en las urnas y respaldándoles después en cuantas fechorías cometió, otra cosa es su posterior arrepentimiento. Alemania era un país democrático, dirían los mismos que hoy defienden a Israel como la única democracia de Oriente Medio, pero es que la llegada de la mayoría de los dictadores más sanguinarios desde hace un siglo lo es a través de las urnas, gracias a unas instituciones que toleran la tolerancia con los intolerantes. No hay regla ética que soporte tanta hipocresía como la de los que defienden la razón de la sinrazón de los hechos alternativos vehiculados a través de la posverdad.

Soy una persona optimista por naturaleza, los pesimistas nunca han movido, ni moverán el mundo, pero la dureza de lo que estamos viviendo es insoportable. Nos estamos ganando a pulso la extinción como especie porque cuando de mejores herramientas disponemos en la historia para avanzar cognitivamente y acercarnos a un óptimo de felicidad personal, más decisiones atroces adoptamos que nos devuelven a la selva.

Cuando algunos pensábamos que el maldito cisne negro que supuso la pandemia de la COVID-19, especialmente para nuestros ancestros, nos podría servir para meditar sobre nuestra debilidad como comunidad animada y racional y actuar en consecuencia, no sólo no está siendo así, sino que incluso antes de finalizar sus nefastos efectos, ya se había declarado una guerra a las puertas de la civilización más avanzada culturalmente y poco tiempo después la hipocresía de nuestra liviana sociedad nos invita a que sigamos considerando como democrático a un régimen político que poco o nada tiene que envidiar al Holocausto que padecieron los propios judíos.

En estos casos, siempre me acuerdo de Monseñor Añoveros y su magnífica homilía en la que con la sutilidad que le caracterizaba condenó la violencia estableciendo el orden en el que generalmente aflora: “condenamos la violencia institucional, la subversiva y la represiva”. Nada que añadir, su eminencia, tan sólo informar a los lectores más jóvenes de que eso le costó un arresto por parte del autoritario régimen tardofranquista.

Me atrevería incluso a decir que más de 20.000 muertos civiles indefensos, la mayoría de ellos adolescentes, niños y bebés, en poco más de dos meses por un ejército al frente del cual se encuentra un psicópata que emula a Hitler, debería ser suficiente para que las calles de las principales ciudades del mundo la noche del último día del año estuvieran llenas de manifestantes contra la guerra, pero no, festejaremos la llegada del nuevo año como si los palestinos no fueran humanos como nosotros o como si lo de Ucrania a cargo de otro psicópata se hubiera convertido ya en una enfermedad crónica para los europeos. Los republicanos norteamericanos que se autoproclaman como adalides de la libertad han decidido dejar de ayudar al pueblo ucraniano para destinar los recursos a apoyar a Netanyahu y su régimen nazi- sionista que emplea unas formas de propaganda que harían feliz a Goebbels. Para más inri, no olvidemos que hoy los Estados Unidos están dirigidos por un miembro del Partido Demócrata, que además es católico, apostólico y romano, que tiene cautiva a la ONU mediante el veto de su gobierno en el organismo internacional llamado a parar la matanza de Gaza frenando el empeño del bueno de su actual Secretario General, el portugués António Guterres para que se produzca el alto el fuego y circule una ayuda humanitaria acorde con la necesidad real.

Un genocidio con todas las letras a cargo del máximo dirigente político de  Israel por el que debería estar sentado ya en la Corte Internacional de Justicia de la Haya, adusado de crímenes de guerra e intento de exterminio de la población civil palestina, un psicópata “aske-nazi” que está asesinando a decenas de miles de inocentes para defender su aforamiento personal y no ser sometido a los tribunales de justicia de su país acusado de graves delitos contra los intereses del estado.

Otro caso sangrante que nos devuelve hoy al lugar de donde venimos es que, voluntaria o involuntariamente, estamos convirtiendo el Mare Nostrum en el gran cementerio de decenas de miles de africanos, una gran mayoría de ellos subsaharianos y maghrebíes, que llegan buscando una oportunidad no para subsistir, y a los que dejamos morir en el mismo mar al que nos acercamos todos los veranos para tomar el sol y bañarnos en él sin darles una solución estructural

Llegados hasta aquí, habría que destacar que todo lo anterior no son hechos aislados sino que están enmarcados en una estrategia de regresión de la esencia de los valores democráticos que la sociedad occidental ha ido incorporando con mucho esfuerzo a lo largo de los dos últimos siglos.

Tras la negra noche vivida a finales de la primera mitad del siglo pasado y que muchos llegamos a creer que ya pertenecía a los libros de historia, están renaciendo las autocracias en el mundo occidental bajo un modelo que Umberto Eco denominaba “fascismo eterno” y con un déjà vu como estrategia para su asalto al poder.

Le podemos llamar como queramos: iliberalismo, anarcoliberalismo, neoliberalismo, etc, pero al final todos forman parte de hecho de una internacional neofascista que busca la oportunidad de alcanzar el poder político en los países para anularlo mediante una estrategia identitaria de fichas de dominó cuya primera etapa consiste en una alianza fatídica con las fuerzas conservadoras, emulando la hoja de ruta marcada por el,acceso al poder del nazismo, exigiendo tolerancia hacia los intolerantes, a la vez que ellos faltan el respeto a las instituciones y atacan a los gobiernos extendiendo entre la ciudadanía el mantra de que se trata de autoridades ilegítimas que realmente no habrían ganado las elecciones porque sus resultados fueron amañados, siguiendo el patrón que estableció Trump en su momento.

El problema no es tanto del ser humano individualmente, como de las instituciones con las que se ha autodotado a lo largo de la historia desde que salió de la selva y que debiendo servir para organizar una sociedad que mejore la vida de las personas, están siendo asaltadas por determinados grupos de interés que respaldan desde ellas la violencia contra los diferentes, a los que marginan y anteponen los resultados de una gestión cuyo objetivo es alcanzar el máximo crecimiento económico posible al del avance en la capacidad cognitiva de los ciudadanos como auténtico valor que nos permite ser libres para vivir como seres humanos y no sólo para existir al servicio de un sistema exclusivamente diseñado en beneficio de unos pocos.

Los que supimos lo que representó la dictadura, aunque fuera en su etapa de tardofranquismo, no comprendemos que en España un partido como VOX, que responde al ideario del fascismo eterno esté compartiendo el poder ejecutivo con los populares en varias Comunidades Autónomas y en numerosos gobiernos locales, gracias a que algunos de sus dirigentes lleven una venda en los ojos de la ambición que les impide ver la torpeza que cometenn por colaborar con los que a la primera oportunidad que tengan no sólo les desalojarán del poder, sino que acabarán con ellos.

Todo esto y más hace que no tengamos solución y que no estemos preparados para disfrutar de los enormes beneficios que nos podrían ofrecer las tecnologías emergentes, ahora y en el futuro, dado que es bastante probable que incluso las utilizáramos en contra de la mayoría de nosotros mismos, por lo que o nos mentorizan los marcianos o que llegue el meteorito ya para darle paso a otros seres vivos que sean más razonables que nosotros  que estamos consiguiendo que de hecho lo de homo sapiens haya sido realmente un verdadero oxímoron.

Aunque por respeto a la libertad de las personas no hago un llamamiento a ello, pero dado que no creo que haya nada que celebrar de este año, ni tampoco disponemos de datos por los que ser optimistas de cara a 2024, he decidido no celebrar este año ni la salida del viejo, ni la llegada del nuevo. No obstante, os deseo a todos un año pleno de satisfacciones personales y un poco más de conciencia para reaccionar ante lo que realmente está ocurriendo a nuestro alrededor dejando así de emular al mono que ni ve, ni oye, ni dice, y que por tanto, ni siente, ni padece.