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Mali, Chad, Nigeria, Sudán

Pero,¿ que hay de  verdad detrás de tanto drama y puesta en escena televisiva?

 

 

Nos pasamos la vida absortos con las minucias del día a día y perfectamente encarados hacía el horizonte cercano que, astutamente, nuestros padres protectores nos marcan y delimitan. Este verano venimos contemplando,  maravillados, las ingeniosas frases y estratagemas de nuestros afamados politólogos sin comprender que todas, absolutamente todas estas frases, estrategias y propaganda son una mera copia de las descrita hábilmente por los guionistas de series americanas. El coletas imita Juego de tronos y el gurú de Sánchez, Iván Redondo imita o copia House of card. En fin, nada nuevo. Todo el marketing americano aplicado al consumidor nacional.

Entre clases magistrales y conferencias de pescado frito de los actores principales con el almibarado beneplácito de los voceros a sueldo de las izquierdas progres se cuela, cada día del verano, en nuestra mesa, a la hora del almuerzo, la trágica imagen de unos personajes a bordo de embarcaciones de juguete perdidos entre las olas de un mar ajeno a los sentimientos y las pasiones.

Estas siluetas sin rostro, sin nombre, sin identidad, todas semejantes, todas distintas, a las que identificamos por el color de sus camisetas se nos antojan seres espectrales de otros mundos.

No resulta fácil  afrontar una reflexión, por simple que sea, acerca de las migraciones humanas y de los conflictos que dan origen a estos movimientos de población.

Nos limitamos, por lo general, a debatir u opinar acerca de la conveniencia o no de permitir a las embarcaciones de las ONGs zarpar a aguas internacionales y “rescatar” a estos seres anónimos y fantasmales.  Me pregunto dónde acaba la solidaridad y el altruismo y dónde empieza el ánimo de lucro, el negocio de estas ONGs. A protestar porque estos seres oscuros invaden nuestras calles y nos acorralan con sus tenderetes clandestinos. A escandalizarnos cuando un juez, que está o debería estar para aplicar la ley, nos dice desde su ministerio que nuestras fronteras utilizan métodos ilegales para prevenir las migraciones. Y sobre todo, se nos encoje el corazón cuando la telepredicadora de turno pone el acento y la entonación lacrimógena para indicarnos que, en esas embarcaciones de juguete viajaban niños y mujeres.

Como en tantas otras cosas, los padres protectores enfocan nuestras miradas en la dirección que más les conviene. Utilizan nuestra sensibilidad para sus fines propagandísticos. Hacen política de nuestros sentimientos. Pero,¿ que hay de  verdad detrás de tanto drama y puesta en escena televisiva?

Nos resultan familiares términos como Sub sahariano o magrebí, utilizados para designar el origen de estas personas. Sin ser un experto en geografía, el Magreb, el Sahara y todo lo que hay debajo ocupan, prácticamente todo el África continental. Pero es más cómodo simplificar.

 

No nos interesa, o a nuestros padres protectores no les conviene que sepamos los problemas raciales que tienen su origen en la brutal colonización europea de estos territorios y en la posterior creación de Estados fallidos.

La desertización de amplias zonas que antaño eran pastoreadas por tribus nómadas y  que ahora se ven forzadas a penetrar en territorios ocupados por asentamientos de colonos.

La minería salvaje y la explotación de los recursos naturales hasta su aniquilación. El fanatismo religioso, la superpoblación, gobiernos corruptos, milicias y guerrillas convenientemente surtidas de armamento pesado por las grandes potencias. Estas son las verdaderas causas de ese drama llamado “migración”  a las que contribuyen  las concertinas o los barcos “pescapersonas”  de  las ONGs.

Deberíamos abrir los ojos y buscar más allá del pantallazo con siluetas oscuras con camisetas de colores arropados por sus “salvadores” a la llegada a nuestros puertos. Vienen de Mali, Nigeria, Chad, Sudan, Guinea, Togo, y acabarán en las pestilentes callejuelas del rabal barcelonés o  de Vallecas o en  los paseos marítimos de nuestras florecientes ciudades costeras.

La solución no es la lacrimógena y sensiblera apelación a la solidaridad y humanidad de los  sufridos habitantes de este país. Los mangantes que propician el cambio climático, que venden armas, que adiestra y adoctrinan a chicos analfabetos. Las industrias que se nutren de la sangre de África y vacían sus entrañas. Políticos semidioses, educados en la City  londinense para tiranizar a sus pueblos. Estos son los causantes y responsables últimos de esta catástrofe de dimensiones bíblicas que solo ha empezado a mostrar su trágico desenlace.

¿Cuándo nuestros queridos politólogos nos hablaran de estos problemas y propondrán soluciones y dejaran de utilizar la miseria y desgracia ajenas para su miserables propósitos?