The news is by your side.

Maquiavelo y las elecciones en España

La gobernabilidad del país está sujeta a las estrategias maquiavélicas de líderes con ambiciones y propósitos muy concretos.

  

Seguimos enfrascados en el maremágnum de las negociaciones post-electorales, pero el tiempo apremia. Aquellos que tienen un apoyo electoral dilatado juegan con ventaja, o eso piensan. Los más débiles se enfrentan al difícil dilema de taponar las fugas jugando fuerte en las negociaciones, pero a la vez sin obstruirlas hasta el punto de que el adversario pueda forzarlos a la irrelevancia mediante un movimiento inesperado. El fin del bipartidismo trae pluralidad, lo que todo el mundo esperaba, pero a la vez incertidumbre, lo que nadie quería. Los agentes movilizadores son hoy mucho más plurales, y la toma de decisiones por el elector mucho más inmediata. Así están las cosas. Si el ‘pactismo’ puede y debe ser una cultura implementable por su carácter deseable, no es menos cierto que ello puede empujar a que los peores vicios de la política se superpongan sobre el diálogo diáfano y las propuestas programáticas concretas.

 

Quitando los envoltorios superfluos, cada cual tiene ahora que definirse, y el tactismo en apariencia ilimitado de la eterna oposición llega a su fin. Y de ‘cómo’ llegue a su fin dependerá el sendero que se tratará para la vida de los españoles durante los próximos años. Años, por si alguien tiene alguna duda, destinados a ser agitados y convulsos, toda vez que la inestabilidad política creciente ha venido para quedarse, y la quiebra de la columna vertebral de las democracias estables -la clase media- vive atenazada por el miedo a proletarizarse y a perder lo que ya tiene. La certeza de que los hijos vivirán peor que los padres, de que la jubilación puede convertirse en una utopía y de que nadie tienen ni idea de qué hacer cuando se agote el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, conocido vulgarmente como ‘Hucha de las Pensiones’.

 

Dos normas básicas se mantienen inalterables en el duro mundo de la política. Primera: que sólo no vas a ningún sitio. Segunda: que a cada cerdo le llega su San Martín. Por eso Unidos Podemos está ahora mendigando ministerios al PSOE a ver si cae la breva a la vez que se afila el hacha de las purgas estalinistas para que Iglesias y Montero puedan ser los soberanos absolutos en el reino de la irrelevancia. A la vez que el PSOE mantiene una incertidumbre calculada para agotar a los adversarios y posibles socios mientras que les obliga a definirse. El PP, descafeinado y desmoralizado, anda con pies de plomo sabiendo que con un liderazgo tan precario cualquier paso en falso puede ser fatal, así que espera que los demás se despedacen entre sí a la espera de terminar de lamerse las heridas y volver a la hegemonía en el centro-derecha si Ciudadanos termina acercándose demasiado al PSOE en los ayuntamientos después de todo. VOX, con un mensaje potente pero que se agota fácilmente, ha decidido jugar fuerte para poner los puntos sobre las íes a los naranjas, obligándoles a salir de su calculada y cómoda ambigüedad. Es en estas cuando, al igual que con Podemos en su momento, o renuncian a las esencias originarias en pos de la real politik para contribuir a la gobernabilidad, o se atrincheran en ellas a la espera de que su electorado no se desmovilice y les recompensa por ‘no ser como lo demás’.

 

Capítulo aparte merece Ciudadanos, que incrementa, comicios a comicios, su representación en los parlamentos y en los consistorios. Mas, a la hora de la verdad, deberá escoger entre el harakiri y la ruleta rusa, si acepta tener que sentarse en la mesa de negociación con VOX, la ‘extrema derecha’ según ellos, o con el PSOE, que ha pactado con los ‘independentistas’ y ha ‘blanqueado a ETA’. De su decisión dependerá el color que tomen muchas provincias, así como el futuro del gobierno de Pedro Sánchez cuando se despeje la ‘X’ y los españoles podamos ver, definitivamente, el color definitivo con que se adivina el horizonte. Aunque la propaganda impida verlo, Ciudadanos es en partido político mucho más próximo al PSOE que al PP en materia ideológica. Así pues, ¿qué hace un partido de origen socialdemócrata reciclado en social-liberal compitiendo por el espectro del centro-derecha? Jugar con fuego. Porque, como en la frase atribuida a Abraham Lincoln: ‘Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.’Y, cuando el hechizo termine, caerá el telón, y más nos vale estar cerca de las salidas de emergencia.

 

Nota a no perder de vista para todos nosotros es que, en realidad, la gobernabilidad del país está sujeta a las estrategias maquiavélicas de líderes con ambiciones y propósitos muy concretos. Un balanza desequilibrada descaradamente en favor de estos últimos, en la cual los intereses de los ciudadanos, nunca mejor dicho, se presentan como poco más que un trozo de carne, presto a ser devorado por las prácticas clientelares y los juegos sucios de unos políticos que no han superado aún el caciquismo canovista. Así que más nos valdría a todo votar los pactos en vez de a los candidatos o a las listas. Emplearíamos mejor el tiempo y sabríamos, al menos, qué diablos estamos votando y con qué fin. Al votante español no le queda más respuesta cuando le preguntan que encogerse de hombros y parafrasear a Sócrates: ‘Solo sé que nada sé’.