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Marxismo e ideología de género

Lo peor llega cuando se atribuyen derechos específicamente y de manera excluyente para las ‘mujeres’ y para nadie más.

 

La Ideología de Género se ha convertido en el caballo de batalla por excelencia de los socialistas y de los comunistas españoles. Variaciones conceptuales aparte, ambos son hijos de un mismo vientre: el marxismo. Una ideología que ha dado forma, por lo menos, a la mitad del mundo, así como a muchos de los regímenes políticos más despóticos e inmisericordes con la vida humana que ha contemplado el mundo. Pero para los marxistas españoles en particular, las herramientas para imponer sus políticas se han vuelto más sofisticadas que antaño. Atrás quedan los asesinatos en masa y los ideólogos aspirantes a sátrapas de la liberación de la humanidad con capacidad de obtener la obediencia ciega de sus subalternos. El método, decimos, ha cambiado. Y pasa por infiltrar causas y colectivos que sean populares. Feminismo, Inmigración, Ecologismo, Animalismo y un largo etcétera. Al fin y al cabo, ¿quién no está a favor de la igualdad entre mujeres y hombres? ¿Y de que no mueran personas inocentes cruzando el estrecho? ¿Y de que se fomente el empleo de fuentes de energía no contaminantes? ¿Y de…? Y así.

 

El haber perdido el monopolio ideológico y propagandístico sobre la ‘clase trabajadora’ en un mundo en el que se aspira a tener una buena calidad de vida para poder hacer eso mismo, vivir, ha dejado a los marxistas en un limbo político difícilmente superable. Especialmente después de la desaparición de la Unión Soviética y del advenimiento de los Estados Unidos de América, su bestia negra, como única superpotencia. ¿Qué hacer? Salir a la caza de los colectivos que reivindican estas ‘causas’ generales y simpáticas para hacer inseparable su reivindicación de su ideología. El Feminismo, por ejemplo. Históricamente ha pretendido la igualdad entre mujeres y hombres sin orientarse hacia ninguna ideología en particular, más allá de las distintas corrientes sí asociadas a determinadas ideologías y de los pensadores que desarrollaban estos discursos. Si uno echa una mirada atrás desde los momentos actuales comprobará cómo ha cambiado todo. Desde que el marxismo consiguiera contaminar el Feminismo hasta hacerlo irreconocible, hemos asistido al ‘Síndrome de la rana hervida’: a través del impulso de colectivos ‘feministas’ asociados a los planteamientos socialistas y comunistas se ha ido abriendo paso una ‘verdad oficial’ incontestada e incontestable que ha dado lugar a que las élites políticas legislen poco a poco en favor de estos postulados, generando un caudal de legislación discriminatoria contra el ‘hombre’ en favor de la ‘mujer’ que las convierte en un colectivo privilegiado bajo la excusa de que esa discriminación es necesaria para ‘equilibrar’ la balanza histórica.

 

Esto no es más que el trasplante de la Ideología de Clase al Feminismo, lo que ha dado lugar a la Ideología de Género. Un conglomerado filosófico, politológico, sociológico y psicopedagógico que concibe las relaciones humanas como un ‘conflicto de género’ entre grupos homogéneos con intereses ‘de género’ al margen de su voluntad individual. En razón de ello, las mujeres y los hombres se comportan y piensan en función de su género  y no en relación a su voluntad libremente concebida. Por esta razón, las leyes no deben atender a los derechos individuales, sino a la ingeniería social colectiva, en pos de la construcción de un mundo en armonía donde los antagonismos, sean cuales fueren, queden purgados definitivamente. Pues bien, esto es lo que hay detrás de la Proposición de Ley de Protección Integral de la Libertad Sexual y para la erradicación de las violencias sexuales, de Unidos Podemos.

 

Su intención, para nada oculta ni en la Exposición de Motivos ni en el articulado, de utilizar el Código Penal y las leyes procesales para imponer esta ‘visión de género’ a todos los estratos de la sociedad y de exigirla por ley, de manera que el ‘discrepante’ no sólo se encuentre con un reproche legal sino también jurídico, debe despejar cualquier duda que pudiera quedar sobre el carácter abiertamente totalitario de esta formación política. No sólo por cuanto implica la violación del Principio de Proporcionalidad Penal al equiparar las conductas de Abuso Sexual a las de Agresión Sexual, o la tipificación como Delito de los piropos callejeros o de cualquier otra conducta que implique dirigirse a una mujer en un contexto del que pueda derivarse un comportamiento de índole sexual (véase, la proposición de mantenimiento de relaciones sexuales en una fiesta, o las conversaciones subidas de tono en un bar e incluso en lugar de trabajo) por poner tan sólo unos ejemplos.

 

Lo peor llega cuando se atribuyen derechos específicamente y de manera excluyente para las ‘mujeres’ y para nadie más, que implican todo un apoyo administrativo, institucional y judicial del que carecería la contraparte masculina en cualquier situación de las que regula el texto legal. Ahí se incluye la prohibición a los abogados de hacer determinado tipo de preguntas en los juicios, el establecimiento de tribunales especiales para enjuiciar los casos de violencia sexual cuando se dirijan contra mujeres, la imposición de criterios discriminatorios por género obligatoriamente aplicables por el operador jurídico, ya sean jueces, fiscales o abogados, así como la creación de todo un entramado de programas institucionales de orientación ideológica para forzar a los funcionarios y, por extensión, a todos los ciudadanos, a asimilar primero y a aplicar después los postulados de la Ideología de Género en su vida profesional y cotidiana.

 

El objetivo no es otro que el reglamentar las relaciones sexuales y afectivas, sustituyendo la libertad y la espontaneidad por la ortodoxia ideológica de los científicos sociales de turno. Paradójicamente, lo que no han conseguido ni la Iglesia Católica ni los sectores más reaccionarios de la sociedad lo van a conseguir los marxistas españoles. Con toda su red de grupos feministas radicales dispuestos a vejar e insultar a cualquiera que ose discrepar. Porque hoy, cualquiera que se atreva a decir esto en público sabe que se expone al escarmiento. Si no sumamos a toda esa mayoría silenciosa que vive en la  censura cotidiana. Hoy cabe decir: españoles, bienvenidos a la Dictadura Silenciosa.