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Que Sánchez ahueque el ala

Cada uno será muy dueño de votar a quien desee, sin olvidar tampoco que el voto, para ser democrático, ha de ser libre, secreto e informado.

En la recta final hacia las elecciones generales del 23-J, conviene no olvidar que, en jerga taurina, hasta el rabo todo es toro por lo que cualquier fenómeno imprevisto, antes del cierre de las urnas, podría influir en el resultado electoral. Hecha tal salvedad, nadie debería dejarse engañar por la matraca electoralista del último tramo de campaña, cayendo en cavilaciones impropias o despistándose por mensajes, propuestas y señuelos fabricados por los ingenieros de la propaganda.

El 23-J es el momento en que los españoles tendremos en la mano la suprema capacidad democrática de cambiar de gobierno y de muchas de sus políticas, desembarazándonos de la plaga sanchista/comunista/separatista/filoetarra  en el poder. Cada uno será muy dueño de votar a quien desee, sin olvidar tampoco que el voto, para ser democrático, ha de ser libre, secreto e informado. Este último rasgo, tantas veces traicionado por algunos políticos, demanda en el elector meditar sobre qué efecto pretenda lograr con su voto. Y si tal finalidad fuera contribuir a que Sánchez ahueque el ala y salga de la Moncloa, no hay camino más seguro y previsible que votar a Feijóo para darle mayoría absoluta ―lo que es posible―, en el congreso de los diputados. Otras vías o no serían democráticas, o no nos asegurarían obtener aquel efecto. Lo demás, ahora, son milongas periféricas.