The news is by your side.

Sánchez despierta al nacionalismo español

Si “la política es el arte de engañar” como afirmaba el filósofo Parménides de Elea 500 años a.C., nuestro Iscariote encarna hoy el “parmenismo” supino.

“Judas vendió por 30, Sánchez por solo 7”

Ese es el post que publiqué el 12 de noviembre y que, solo dos horas después de colgarlo en Linkedin, y ya con 1.003 impresiones registradas, era censurado en esa red social. Mi “delito”, quizás, fuera advertir, entre otras cosas, que, “tras un paréntesis democrático de 45 años, estemos amenazados por el totalitarismo de un dictador en ciernes que, como Hitler, accedió inicialmente al poder por vías legales” (…) “Esperemos que esto no acabe en un conflicto civil. Alguien tendría que hacer algo para evitarlo”.

Si “la política es el arte de engañar” como afirmaba el filósofo Parménides de Elea 500 años a.C., nuestro Iscariote encarna hoy el “parmenismo” supino. Su investidura como Presidente del Gobierno se ha consumado esta semana como corolario de una colosal estafa electoral. Por ello, si se entiende que una estafa nunca es legítima, estaremos ante una investidura formalmente legal pero moralmente ilegítima. Y, consecuentemente, el Gobierno que tras ella se forme será tan legal como ilegítimo.

Este cuentista nos está llevando hacia situaciones insostenibles de desigualdad entre españoles, ruptura de la división de poderes y, en el horizonte, la de España como nación. Sánchez mintió antes del 23-J, cuando negaba que nunca habría amnistía. Ha vuelto a mentir cuando ha prometido ante el Rey  y otros poderes del Estado guardar y hacer guardar la Constitución. La mentira es su regla de comportamiento y, como tal, tiene su excepción: no ha mentido en su discurso de investidura cuando se ha vanagloriado de estar levantando “un muro” frente, al menos, la mitad de toda la sociedad española. Algo que no parece ser  la más feliz intención de quien pretende gobernar España. Es lógico, por tanto, que  él y sus hechos hayan generado en la sociedad un rechazo frontal no solo en toda clase de colectivos (jueces, fiscales, empresarios, diplomáticos, sindicatos de ferroviarios …), sino también en las calles de todo el país. Un movimiento ciudadano éste que, ayer sábado, convirtió la Plaza de Cibeles en el lugar geométrico de cientos de miles de manifestantes contra la mentira e ignominia del ilegítimo inquilino de la Moncloa. Vaya, además, en la vecindad  de las indiscretas y receptivas puertas de los cuarteles generales del Ejército de Tierra y de la Armada. El nacionalismo español, por fin, se está despertando.