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Unos de boda, otros de entierro

Es el futuro que nos espera. Unos de fiesta, celebrando sus millones y otros lamentando el desprecio con el que serán tratados en el presente y en el futuro.

 

El reciente fin de semana ha deparado dos episodios radicalmente distintos: En uno hemos visto como los coleguis, también llamados “Pandilleros” por alguna célebre protagonista, han estado de bodorrio a tutiplén, que parece que ha servido para diseñar nuevos mecanismos de corrupción (que les evite más juicios, pero que no impida que se sigan forrando, como siempre, los mismos). Ahí se les ha visto (a los que aún no están en la cárcel…) de nuevo, en la boda, otros en una cafetería con muchos papeles para organizar bien el futuro; son los mismos pandilleros, que ahora se van también de juerga colectiva a la celebración de una nueva fiestuqui en Galicia, la incorporación de uno más que entra en la cuadrilla y que no se ha podido celebrar antes porque había que estar todos, en comandita, en la boda.

También se han reunido este lunes en el Senado para defenderse en bloque y seguir con las mismas estrategias.

Pero mientras, lo que pase en sus respectivos gobiernos les trae sin cuidado. Da igual que se mueran 7216 ancianos en las Residencias porque, según dice la autentica lideresa “se iban a morir de todas maneras”, pero ni es verdad, ni nunca abandonados con dolor y con desprecio por parte de los pandilleros.

Mientras tanto, en muchas partes de España y, en particular en Andalucía, otros nos hemos concentrado en las calles para pedir que no se siga deteriorando la sanidad pública. Que con la salud de los ciudadanos no se puede jugar. Que cada uno de los pandilleros, se llamen Moreno Bonilla o Ayuso, asuma su responsabilidad, en su respectivo territorio. Pero dará igual. Ellos seguirán fomentando el negocio que se produce con la salud y con el dolor ajeno.

Paradójicamente, muchos de los que se quejan de que sufren las consecuencias de esta nefasta gestión son los que apoyan y aplauden vivamente a estos pandilleros coleguis. Y así nos va:; así que no nos quejemos, aceptémoslo y que a cada uno nos coja la muerte confesado.

Los demás, seguiremos denunciando el maltrato y, de no tener éxito, los que puedan que se paguen la sanidad privada, que cambien la tarjeta de Seguridad Social, que protegía a salud, por la tarjeta Visa o se entrampe de por vida. Y el que no pueda, que ahorre para una simple mortaja, porque mucho más pronto que tarde, también acabaremos muriendo como chinches.

Es el final, especialmente para los que no tengan dinero para pagarse su sanidad privada. Es el futuro que nos espera. Unos de fiesta, celebrando sus millones y otros lamentando el desprecio con el que serán tratados en el presente y en el futuro.

Y encima los primeros presumiendo de que hacen la mejor gestión del mundo, cuando todos los datos demuestran el deterioro progresivo y rápido que está sufriendo nuestro bien más preciado: el sistema sanitario público español.