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De la Pascua Militar 2024, los militares y sus fechas de caducidad

Se adivina que, en 2024, “cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”…

 

Tras la celebración de la Pascua Militar, con un acto central en el Palacio de Oriente bastante insípido, se ha abierto el año militar 2024. Periodo que se presagia muy borrascoso para el Gobierno formado por Sánchez tras una investidura legal pero bastarda (por sustentarse sobre un enorme fraude electoral).

El calabobos afectará particularmente a Defensa. El nuevo año ha de traer cambios en nuestra cúpula militar que es, seguramente,  la más  “madura” de la OTAN. No habrá otro país en la Alianza que cuente con un CHOD (Chief of Defense, JEMAD) de 70 años, ni un Jefe de Estado Mayor del Aire y el Espacio (JEMA) de 69. Los otros dos miembros de la cúpula, el Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME) y el de la Armada (AJEMA) son más jóvenes, ya que cumplirán “solo” 64 años, y eso porque accedieron al cargo por bajas sobrevenidas de sus predecesores: uno por renuncia y el otro por fallecimiento (D.E.P.). Los cuatro, en conjunto, sumarán 2 siglos y 67 años, un fenómeno que ya no se da ni en Marruecos. Y si bien los cuatro destacan por sus extraordinarias cualidades personales y profesionales, desplegadas en su ejemplar entrega al servicio de los españoles, parece de justicia, al menos para los dos primeros, aligerarles la pesada carga que conlleva la función de Jefe de Estado Mayor. Es, asimismo, una cuestión de imagen, tanto doméstica como internacional, especialmente cuando en España todos los militares (excepto S.M. el Rey, S.A.R. la Princesa de Asturias y ellos mismos) tienen fecha de caducidad, que les obliga a dejar el servicio activo, normalmente, antes de alcanzar la edad de jubilación ordinaria en España (no parece claro si se modificará de 65 a los 66 años y medio que se han establecido para 2024). Cualquier cosa parece posible cuando la ministra de defensa, Margarita Robles, llamativa y extensivamente, ha afincado la situación de retirado/jubilado como arquetipo para la gestión superior de la política de defensa. Me viene a la memoria lo de aquel monaguillo que, al conocer el fallecimiento del Papa, saltaba de alegría al grito de: “Se mueve mi escalafón”.

Más singular es el caso de la Unidad Militar de Emergencias (UME), abierto en el verano de 2023, por el nombramiento de un general de división (GD) del ET como jefe de la Unidad, por pase a la reserva ―por fecha de caducidad―, del teniente general (TG) que mandaba la UME. Ésta, estrella de la corona, no es un organismo meramente administrativo, sino una fuerza conjunta permanente de las FAS, que totaliza alrededor de 3.350 militares de los que: 91% son de ET; 1% de la Armada; 7% del EA; y 1% de Cuerpos Comunes. Lo más grosero del caso es que el nuevo Jefe sea casi tres años más moderno que el GD del EA, 2º Jefe de la UME. Pasándose por el arco de triunfo, al menos, el derecho consuetudinario militar donde el mando de una fuerza o unidad recae siempre en el más antiguo, la ministra no solo  ha humillado gratuitamente  al GD del EA. También ha aminorado el nivel de representación del jefe de la UME a la hora de relacionarse con las comunidades autónomas y, asimismo, ha rebajado “de facto” la importancia de la Unidad. Si doña Margarita tenía el antojo de nombrar a alguien de su gusto ―un magnífico oficial general, por cierto―, o no se fiaba de los 13 tenientes generales con que contaba el ET en ese momento, para poner uno de ellos al frente de la UME,  debería o haber ascendido previamente a su patrocinado a TG, o haber cesado al 2º Jefe de la Unidad. El año 2024 abriría la puerta a la rectificación del bodrio, aunque su probada soberbia tal vez no se lo permita. Lo más sorprendente de este caso ―me duele apreciarlo así―, es que tanto el JEMA como el JEMAD (militar más antiguo tras S.M. El Rey) no se hayan opuesto a lo que parece un infame capricho ministerial. A este paso no sería descartable que doña Margarita pusiera a Patxi López al mando de la Brigada Acorazada.

Sigue pendiente el caso del GD Antonio Esteban. Reflota,  en 2024, al no haberse resuelto honestamente en su momento, ya que el próximo 21 de abril, de no ser ascendido antes al empleo de TG, aquél pasaría a la reserva ―también por fecha de caducidad―. Este excelente oficial general fue obligado, en mayo de 2020, con el empleo de general de brigada (GB), a permutar su destino en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) por otro en el Mando de Adiestramiento y Doctrina del ET (MADOC, Granada), en beneficio de otro GB, entonces mucho más moderno que, el pasado viernes, ha sido ascendido a TG. Un enjuague en el que, con pleno conocimiento de la ministra, tuvieron presuntamente un papel relevante el entonces subsecretario de defensa y el JEMAD, GA Villarroya, (ver “EL CASO ESTEBAN”, 24/05/2020) . JEMAD que fue “dimitido” tras una no muy ejemplar vacunación tempranera contra el Covid, saltándose las prioridades previamente establecidas. El mismo que, de la mano de doña Margarita, y para mayor rechifla, ahora ejerce de Gran Canciller y Presidente de la Asamblea Permanente de la Orden de San Hermenegildo, organismo que, reglamentariamente, se ocupa de “apreciar la conducta intachable de los militares a efectos de ingreso, ascenso o permanencia en la Orden”. En fin, se adivina que, en 2024, “cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”…