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Viva Madrid que es mi pueblo. Mi madre como testigo (1)

El 31 de mayo de 1906 el anarquista Mateo Morral atentó contra la carroza real que regresaba de la Iglesia de San Jerónimo.

 

Fue un 21 de marzo, con la llegada de la primavera, cuando nació mi madre. Corría el año 1910. Hubiera cumplido ahora ciento diez años. Mi aprecio por Madrid, me viene de ella, nació en la calle Bailén, gata, castiza y buena mujer. Vecina de Alfonso XIII, tenía mal recuerdo de su boda; mi abuela Teresa fue víctima del atentado en la calle Mayor en 1906, a la vuelta de la esquina de su casa.

 

Como es de suponer, mi madre, fue testigo de muchos acontecimientos ocurridos en Madrid. Un siglo de vida, son muchos años y mucho lo sucedido. De colegiala a modistilla, hasta su boda durante la guerra civil con quién fue mi padre. Camarero de postín y miliciano pinturero, murió, cuando yo tenía ocho, a los cuarenta y cinco años. Poco pudo disfrutar. Mi abuelo Manuel, fue tramoyista del teatro de Novedades, el que se incendió en el distrito de la Inclusa; fue tan violento el incendio que en una hora el teatro quedó reducido a escombros, murieron 67 personas y centenares heridas. Cuando voy al teatro, le veo entre bastidores, con gorrilla y pañuelo al cuello atento a su trabajo.

 

Madrid a principios del siglo XX, dejaba de ser aquel pueblo castellano polvoriento y la monarquía española estrenaba reina. El 31 de mayo de 1906 el anarquista Mateo Morral atentó contra la carroza real y la comitiva que regresaba de la Iglesia de San Jerónimo. El rey Alfonso se había casado con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg y Madrid engalanada era una fiesta. Como tantos madrileños, mi joven abuela se acercó a ver la comitiva, como siempre, yo de su mano, cuando desde un balcón del tercer piso, del número 88 de la calle Mayor, fue lanzada una bomba contra la carroza y la multitud de madrileños que nos agolpábamos a su paso. Los reyes salieron ilesos, pero hubo 28 personas muertas y multitud de heridos. Desde entonces, para mi abuela Teresa, nada fue igual, el trastorno de estrés postraumático la acompañó hasta su muerte.

 

En 1910, siendo alcalde de Madrid José Francos Rodríguez −que lo fue en dos ocasiones, entre 1910 y 1912 y entre 1917 y 1918−, comienza la construcción de la Gran Vía, uno de los lugares más emblemáticos de Madrid, con el fin de descongestionar el casco antiguo, la Puerta del Sol y mejorar la comunicación entre los barrio de Argüelles y Salamanca. En los primeros treinta años del siglo XX, Madrid llegó a albergar a más de un millón de habitantes y los nuevos arrabales como las Ventas, Tetuán o el Carmen, acogieron al nuevo proletariado que en aluvión llegaron desde los pueblos. En este año, la Conjunción Republicano-Socialista, triunfó en Madrid por vez primera con el 54% de los votos. Y en estas mismas, el PSOE consiguió su primer diputado de la historia parlamentaria, el escaño lo ocupó Pablo Iglesias.

 

Cada vez era mayor la participación de los partidos políticos en la vida pública y la importancia que adquieren los periódicos como medio de difusión de noticias e ideas. En Madrid se han cometido un número considerable de atentados contra gobernantes: José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros fue asesinado en 1912, cuando miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la Puerta del Sol; Eduardo Dato en 1921, fue asesinado por los disparos efectuados desde un sidecar en la Puerta de Alcalá. Antes, en 1870, lo había sido el general Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra; más tarde, en otro tiempo, lo fue el almirante y presidente del gobierno Luis Carrero Blanco (1973).

 

Cuando da comienzo la primera Guerra Mundial, mi madre tenía cuatro años, por lo que poco o nada debió de entender. Acudía a un colegio, cuyo patronazgo lo presidía la infanta Isabel de Borbón y Borbón, más conocida como La Chata, quién acudía a principio o final del curso para premiar a las alumnas aventajadas. La primera Guerra Mundial fue un acontecimiento histórico, que originó una importante acumulación de capitales y el crecimiento de la actividad económica se dejó notar, pero la pobreza tenía su imagen en Madrid: una familia con cinco hijos menores, en el piso bajo de una húmeda vivienda, con el frío en los huesos; así pasó su infancia mi madre. Para apaciguar el hambre, recortes de churro, que el churrero de la esquina les regalaba.

 

La joven Felisa, se ocupó en un taller de modista, repartiendo ropa por los madriles. Grandes caminatas, no había medios ni para coger el Metro, cuya línea Sol-Cuatro Caminos había sido inaugurada en 1919. Todo un acontecimiento para la modernidad de Madrid y sus vecinos. Son años de gran conflictividad social y laboral. La crisis social fortaleció al movimiento obrero representado por socialistas y anarquistas, que alternaban métodos pacíficos (huelgas) con violentos (la acción directa). UGT percibiendo el enfrentamiento entre burguesía industrial y gobierno, convocó una huelga general revolucionaria en agosto de 1917, que recibió el apoyo de la CNT, mayoritario en Cataluña, con el fin de obligar a las clases dominantes a realizar los cambios fundamentales del sistema, que garantizasen al pueblo, un mínimo de condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras. Ese mismo año, en octubre, dio comienzo la revolución bolchevique en la Rusia zarista.

 

Con veintiún años, fue protagonista de la proclamación de la República. El 14 de abril, todo lo vimos desde el chaflán de la calle Mayor y Arenal. Los resultados de las elecciones del domingo día 12, habían supuesto una estocada de muerte para la monarquía y los acontecimientos se desarrollaron de forma vertiginosa: el rey sale de España desde Cartagena hacia el exilio (no había abdicado) y en la Puerta del Sol, Alcalá Zamora, Lerroux, Fernando de los Ríos, Azaña, Casares Quiroga, Miguel Maura, Álvaro de Albornoz y Largo Caballero, entran en el ministerio de la Gobernación y asumen el poder, como ministros del gobierno provisional. En la calle, el pueblo exaltado, con alegría desbordada, clamábamos vítores a la República que nacía.

 

Poco tiempo después, desde julio de 1936 y hasta 1939, fue protagonista, como tanta gente, en la defensa de Madrid y del sufrimiento de la guerra, provocada por el golpe de estado militar y fascista. Fue superviviente del cerco de Madrid. Supo sufrir la miseria de la posguerra, tan dura como la de la propia guerra. Viuda joven, trabajadora, nos sacó adelante a mi hermana y a mí. Con el tiempo supo disfrutar de la democracia. Recuerdo su figura, esperando entrar en el Congreso de los Diputados por la puerta de invitados; si podía no se perdía una sesión.

 

Nació en Madrid y con ochenta y cinco años aquí murió. Hubiera cumplido ciento diez años. En su memoria que no deja de ser la mía.